9.30.2007

Intervención del ministro de Relaciones Exteriores de Cuba ante la Asamblea de la ONU
El presidente Bush debe responder ante el mundo por sus crímenes
por Felipe Perez Roque*

Reproducimos a continuación el discurso de Felipe Pérez Roque, ministro de Relaciones Exteriores de Cuba ante la Asamblea General de la ONU y a ocasión del 62 Período de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. En dicho discurso hace un llamado para que la comunidad internacional tome conciencia de los crímenes y el no respeto del derecho internacional que comete cada día la política del presidente estadounidense George W. Bush.
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Tomado de Red Voltaire

Señor Presidente:

Nunca antes se habían hecho tan evidentes los peligros reales que acechan a la especie humana; nunca antes se habían hecho tan evidentes las violaciones al Derecho Internacional que ponen en creciente peligro a la paz y la seguridad internacionales; nunca antes se habían hecho tan evidentes la desigualdad y la exclusión, que golpean a más de las dos terceras partes de la población de nuestro planeta.

Poner fin al despilfarro y al frenesí consumista que promueven las grandes corporaciones y los grupos de poder de un reducido grupo de países desarrollados, que derrochan a costa de la pobreza y la perpetuación del subdesarrollo en una vasta periferia de países pobres en los que malviven miles de millones de personas, se ha convertido en un factor clave para la subsistencia de la humanidad. La reunión de alto nivel de esta Asamblea General, efectuada hace tan solo dos días, dejó claro el peligro que representa el acelerado calentamiento global que ya padecemos y su efecto en el cambio climático. Hay que actuar, y hacerlo rápido, y los países desarrollados tienen el deber moral y la responsabilidad histórica de dar el ejemplo y encabezar el esfuerzo.

Por otra parte, varios de nuestros países, siempre del Sur, siguen siendo víctimas de inadmisibles actos de agresión por parte de los poderosos de siempre, motivados, en lo esencial, por el insaciable apetito de recursos estratégicos. Las guerras de conquista y la proclamación y aplicación de doctrinas basadas en la guerra preventiva, que no excluyen el uso de armas nucleares incluso contra Estados que no las poseen, y el uso reiterado de pretextos tales como el supuesto combate al terrorismo, la pretendida promoción de la democracia o el llamado cambio de régimen en países unilateralmente calificados como estados villanos, constituyen hoy la mayor y más grave amenaza a la paz y la seguridad en el mundo.

La agresión y ocupación ilegal de países, la intervención militar contraria al Derecho Internacional y a los propósitos y principios de la Carta de la ONU, el bombardeo a civiles y la tortura siguen siendo prácticas diarias. Bajo la falsa letanía de la libertad y la democracia, se intenta consagrar el saqueo de los recursos naturales del Tercer Mundo y controlar zonas de creciente importancia geoestratégica. Ese y no otro es el proyecto de dominación imperial que intenta imponer a sangre y fuego la superpotencia militar más poderosa que el hombre ha visto.

Lejos de actuarse en las relaciones internacionales según los principios de la solidaridad, la justicia social e internacional, la igualdad y el desarrollo para todos, se emplean sin el mínimo pudor las prácticas de certificar a países, de imponer bloqueos unilaterales, de amenazar con la agresión, de chantajear y coaccionar.

Si un pequeño país defiende su derecho a la independencia se le acusa de Estado villano; si una potencia agrede a un país se dice que "lo libera". Un combatiente contra la agresión extranjera es un terrorista; un soldado agresor es un "luchador por la libertad". Es la guerra mediática, la estafa de las verdades, la tiranía del pensamiento único en un mundo globalizado.

En lugar de avanzar hacia el desarme general y completo, incluido el desarme nuclear, que ha constituido por décadas un reclamo permanente del Movimiento de Países No Alineados, se promueve el armamentismo y el despilfarro en nuevas armas y sistemas de armamentos que gastan los recursos que el mundo requeriría para mitigar los efectos del cambio climático y para hacerle frente a los gravísimos problemas derivados de la pobreza y la marginación.

Se intenta impedir, politizada y selectivamente, la aplicación del principio, proclamado ya en el Tratado de No Proliferación Nuclear, de que las naciones tienen derecho al desarrollo de la energía nuclear con fines pacíficos. Se amenaza con la guerra y la destrucción a unos países mientras se le permite al aliado agresivo disponer de cientos de artefactos nucleares y se le ayuda a modernizarlos continuamente.

¿Cuánto tiempo más tendrá que transcurrir y cuántas nuevas víctimas morirán antes de que los halcones de la guerra comprendan que las armas no sirven para resolver los graves problemas de la humanidad?

Un día como hoy, vale la pena recordar las palabras del Presidente Fidel Castro ante esta Asamblea General en octubre de 1979:

"Digamos adiós a las armas y consagrémonos civilizadamente a los problemas más agobiantes de nuestra era. Esa es la responsabilidad y el deber más sagrado de todos los estadistas del mundo. Esa es, además, la premisa indispensable de la supervivencia humana".

Señor Presidente:

Hoy no se avanza hacia el cumplimiento de las Metas del Milenio y de las decisiones de las grandes conferencias de las Naciones Unidas efectuadas durante la última década.

La pobreza no disminuye. Crece la desigualdad entre los países y dentro de los países.

Mil cien millones de personas no tienen acceso a agua potable; 2 600 millones carecen de servicios de saneamiento; más de 800 millones son analfabetos y 115 millones de niños no van a la escuela primaria; 850 millones pasan hambre todos los días. El 1% de las personas más ricas del mundo posee el 40% de la riqueza, mientras el 50% de la población mundial apenas cuenta con un 1%. Todo esto ocurre en un mundo que gasta un millón de millones en armas y otro en publicidad comercial.

Los cerca de mil millones de personas que viven en países desarrollados consumen alrededor de la mitad de la energía total, mientras que casi 2000 millones de pobres no conocen todavía la electricidad.

¿Es ese el mundo que quieren que aceptemos? ¿Es acaso el futuro con el que debemos conformarnos? ¿Tenemos o no derecho a luchar por cambiar este estado de cosas? ¿Debemos o no luchar porque un mundo mejor sea posible?

¿Por qué se despilfarran tan colosales recursos en la industria de matar y no se emplean para salvar vidas? ¿Por qué no se construyen escuelas en vez de submarinos nucleares y hospitales en vez de bombas "inteligentes"? ¿Por qué no se producen vacunas en vez de vehículos blindados y más alimentos en vez de más bombarderos? ¿Por qué no se impulsan las investigaciones para combatir el SIDA, la malaria y la tuberculosis en vez de para fabricar escudos antimisiles? ¿Por qué no se libra la guerra contra la pobreza en vez de contra los pobres?

A pesar de que se necesitan sólo 150 mil millones de dólares para alcanzar las Metas del Milenio, se afirma hipócritamente que no hay de donde obtener los recursos financieros necesarios. ¡Mentira! Sí hay dinero de sobra, lo que falta es la voluntad política, la ética y el compromiso real de los que tienen que tomar las decisiones.

Si se quiere de verdad encontrar el dinero:

Cúmplase de una vez con el compromiso de dedicar el 0,7% del PIB a la Ayuda Oficial al Desarrollo. Ello significaría más de 141 mil millones de dólares adicionales a los montos actuales. En el colmo de la simulación, los países donantes contabilizan ahora las condonaciones de una deuda que saben que no podrán cobrar para inflar artificialmente sus contribuciones.

Condónese la deuda externa, que nuestros países han pagado ya más de una vez. Ello permitiría dedicar al desarrollo los más de 400 mil millones de dólares que hoy se dedican al servicio de una deuda que no deja de crecer.

Conclúyase la Ronda de Doha para el desarrollo y elimínense los 300 mil millones de subsidios agrícolas de los países desarrollados. Ello permitirá dedicar ese dinero a luchar contra la pobreza rural, la inseguridad alimentaria y a garantizar precios justos para los productos de exportación de los países subdesarrollados.

Reconózcase nuestro derecho al desarrollo. Garantícese nuestro derecho a acceder a los mercados, las patentes y las tecnologías que hoy son monopolio exclusivo de los poderosos. Ayúdese a nuestros países a formar profesionales y científicos y déjese de robarnos el talento.

Los países no alineados no necesitamos limosnas; necesitamos y exigimos justicia.

Respétese nuestro derecho a la diversidad cultural y a la preservación de nuestro patrimonio, nuestros símbolos y nuestra idiosincrasia. Ese ha sido el reclamo unánime que los países no alineados acabamos de proclamar en Teherán, en nuestra Reunión Ministerial sobre Derechos Humanos y Diversidad Cultural.

Señor Presidente:

Los países no alineados queremos unas Naciones Unidas más democráticas y transparentes, en las que la Asamblea General, su órgano más representativo y democrático, ejerza realmente las facultades que le corresponden.

Necesitamos unas Naciones Unidas con un Consejo de Seguridad reformado, que actúe dentro del mandato que le otorga la Carta constitutiva de la Organización, sin invadir las funciones y prerrogativas de otros órganos del sistema. Un Consejo de Seguridad con una membresía ampliada, a tono con la composición actual de la ONU, donde los países subdesarrollados somos mayoría. Un Consejo de Seguridad donde se reformen radicalmente sus métodos de trabajo para permitir la transparencia y el acceso de todos los Estados Miembros a sus labores.

Defendemos unas Naciones Unidas donde el multilateralismo y las soluciones acordadas en el más absoluto respeto a la Carta, constituyan la única vía de abordar y resolver los problemas actuales.

Necesitamos un Consejo de Derechos Humanos que impida la repetición de los graves errores de la antigua Comisión de Derechos Humanos. Un Consejo que consagre en su práctica el principio de que los derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes. Un Consejo que ponga fin a la selectividad y los dobles raseros. Los países no alineados nos opondremos firmemente a las aviesas maquinaciones de algunos poderosos que, frustrados por no haber podido lograr sus objetivos, pretenden ahora reabrir y cuestionar el acuerdo alcanzado en el arduo y difícil proceso de construcción institucional del Consejo.

Los países no alineados no cejaremos en la defensa de los postulados con los que se fundó nuestro Movimiento, que son similares a los de esta Organización. Fomentaremos entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto a los principios de soberanía, igualdad de derechos y libre determinación de los pueblos.

Continuaremos defendiendo el derecho del sufrido y heroico pueblo palestino a tener su propio Estado con su capital en Jerusalén Oriental. Continuaremos condenando el genocidio que contra él se comete.

Seguiremos proclamando el derecho del pueblo de Puerto Rico a la soberanía y la independencia.

Los países no alineados representamos casi dos tercios de la membresía de Naciones Unidas. Nuestras reivindicaciones no podrán ser preteridas ni nuestros intereses ignorados. Nos mantendremos unidos y nos apoyaremos en la defensa de nuestros derechos. Haremos que nuestra voz sea escuchada.

Señor Presidente:

Aquí terminaba mi discurso como Presidente del Movimiento de Países No Alineados. Sin embargo, la escandalosa y grosera actuación del Presidente de los Estados Unidos en esta sala, en la mañana de ayer, me obliga ahora a pronunciar unas palabras a nombre de Cuba.

Empleando un lenguaje soez y un tono arrogante, el Presidente Bush insultó y amenazó a una decena de países; impartió órdenes, terminante y autoritario, a la Asamblea General; y distribuyó, con una prepotencia jamás vista en esta sala, calificaciones y juicios sobre una veintena de países.

Fue un espectáculo bochornoso. El delirium tremens del gendarme mundial. La embriaguez del poder imperial, aderezada con toda la mediocridad y el cinismo de los que amenazan con guerras en las que saben que no se juegan su vida.

El Presidente de los Estados Unidos no tiene ningún derecho a juzgar a otra nación soberana de este planeta. Tener poderosas armas nucleares no da derecho alguno sobre los derechos de los pueblos de los otros 191 países aquí representados.

¡Y no debe subestimarse la determinación y el coraje de los pueblos a la hora de defender sus derechos! A fin de cuentas, lo que vale no es el poder de los cañones, sino la justeza de las ideas por las que se combate. El Presidente belicoso y amenazante ya debería haberlo aprendido a estas alturas.

Igualdad soberana de los Estados y no "cambio de régimen". Respeto a la soberanía y no certificaciones unilaterales de buena conducta. Respeto al Derecho Internacional y no bloqueos y guerras ilegales.

El Presidente Bush habló de democracia, pero todos sabemos que miente. Él llegó a la Presidencia mediante el fraude y el engaño. Nos hubiéramos ahorrado ayer su presencia y habríamos escuchado al Presidente Albert Gore hablar sobre el cambio climático y los riesgos para nuestra especie. Recordamos, además, cómo apoyó sin ambages el golpe de Estado contra el Presidente y la Constitución de Venezuela.

Habló de paz, pero sabemos que miente. Recordamos bien cuando amenazó a 60 o más países, a los que llamó "oscuros rincones del planeta", con hacerlos desaparecer de la faz de la Tierra con ataques preventivos y sorpresivos. Bush es un curioso guerrero que, desde la retaguardia, manda a matar y a morir a los jóvenes de su país a miles de kilómetros de sus costas.

Habló de derechos humanos, pero sabemos que miente. Es el responsable de la muerte de 600 mil civiles en Irak, autorizó la tortura en la Base Naval de Guantánamo y en Abu Ghraib, y es cómplice del secuestro y la desaparición de personas, los vuelos secretos y las cárceles clandestinas.

Habló de la lucha contra el terrorismo, pero sabemos que miente. Ha garantizado total impunidad a los más abominables grupos terroristas que, desde Miami, han perpetrado horrendos crímenes contra el pueblo cubano.

El Presidente Bush atacó al nuevo Consejo de Derechos Humanos. Sangra por la herida; rumia su impotencia. Lo martiriza la vergüenza de que, durante su Presidencia, Estados Unidos no puede siquiera aspirar a ser miembro, porque las elecciones son por voto secreto. Cuba, en cambio, resultó elegida miembro fundador con más de dos tercios de los votos.

Habló de cooperación, desarrollo y prosperidad para el resto del mundo, pero todos sabemos que miente. Ha sido el más egoísta e irresponsable político que hayamos visto. En un mundo en el que morirán este año 10 millones de niños menores de 5 años por enfermedades prevenibles, sus mezquinas y demagógicas propuestas de ayer son una broma de mal gusto.

El Presidente Bush no tiene autoridad moral ni credibilidad para juzgar a nadie. Debería responder ante el mundo por sus crímenes.

Hay un límite a la arrogancia y la hipocresía. Hay un límite a la mentira y el chantaje. Cuba rechaza y condena cada una de las mendaces palabras pronunciadas ayer por el Presidente de los Estados Unidos.

Señor Presidente:

Cuba agradece la solidaridad que ha recibido de esta Asamblea General en su lucha contra el bloqueo y las agresiones que ha debido enfrentar durante casi cinco décadas.

Cuba agradece a los que han apoyado su lucha tenaz contra el terrorismo y han levantado su voz a favor de la liberación de cinco luchadores antiterroristas cubanos encarcelados injustamente en prisiones de Estados Unidos.

Cuba luchará junto con todos los integrantes del Movimiento de Países No Alineados por alcanzar un orden internacional más justo y democrático, en el que nuestros pueblos puedan ejercer su derecho a la paz y el desarrollo.

Se nos podrá acusar de soñadores, pero luchamos con la convicción de que los sueños de hoy serán las realidades de mañana.

Luchamos con la convicción de que cuando hay hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres y en ellos va un pueblo entero, va la dignidad humana.

Muchas gracias.

Felipe Perez Roque
Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba.


Propaganda es lo que hacen los demás
Cómo la estructura ritual del noticiero de televisión formatea nuestras mentes
por Pierre Mellet

Si bien el telespectador actual pone cada vez más atención al tratamiento de ciertas noticias en particular en los noticieros de televisión, lo cierto es que raramente se cuestiona la estructura misma de este tipo de programa. Sin embargo, para Pierre Mellet, la forma es el fondo, en este caso: concebido como un rito, el desarrollo del noticiero televisivo es en sí toda una pedagogía, es en sí mismo una forma de propaganda que nos enseña a someternos al mundo que nos muestran y que pretenden hacernos aprender, pero cuya comprensión tratan de impedirnos al tiempo que tratan de impedirnos también que pensemos ese mundo.
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El noticiero de televisión es el corazón de la información contemporánea. Este espacio, que hoy constituye la principal fuente de información de una gran parte de los franceses, comenzó siendo, en la Francia de 1949, un simple subproducto conformado con imágenes que la casa Gaumont y las Actualités Françaises no habían querido proyectar en las salas cinematográficas. Fue, al principio, un simple desfile de imágenes acompañadas de un comentario sonoro. El «presentador» no se sentó ante el telespectador hasta 1954, cuando el noticiero televisivo fijó su horario, a las 20 horas, o sea las 8 p.m. A partir de entonces, la puesta en escena del noticiero de televisión se ha ido incrementando constantemente durante todos estos años mientras que la información ha quedado marginada –si alguna vez estuvo realmente presente– para convertir este teatro no ya en un noticiero sino en un espectáculo ritualizado, en una ceremonia litúrgica. La función del noticiero de las 8 p.m. no es informar, en el sentido de establecer un esfuerzo de comprensión de mundo, sino divertir a los telespectadores, al tiempo que les recuerda aquello que deben saber.

El siguiente análisis se basa en los dos principales noticieros televisivos que se transmiten en Francia a la 8 p.m., el del canal TFI y el de France 2, pero puede, en muchos aspectos, tener muchas similitudes con los noticieros de televisión de otros países, principalmente en «Occidente».

El contexto
Con su horario de las 8 p.m., el noticiero de televisión se ha convertido, como lo fue la misa en su época, en la cita de toda la sociedad (aunque cada uno está en su casa). Se trata, paradójicamente, de un espacio esencial de socialización. Cada cual descubre cada noche el mundo en el que vive, y puede a partir de ese momento hablarle de ese mundo a quienes le rodean, discutir sobre los temas del momento con seguridad en cuanto a la importancia de estos, por el hecho mismo de que fueron mencionados en «el noticiero de televisión». Todo está montado, preparado de antemano, como un ritual religioso: el horario fijo, la duración (unos 40 minutos), el presentador-sacerdote inamovible, o casi inamovible, el tono incómodo, serio, distante, casi objetivo, pero nunca verdaderamente neutro, las imágenes seleccionadas, el orden jerárquico de las noticias. Como en todo ritual, lo mismo vuelve permanentemente, y se integra alrededor de una aparente evolución cotidiana. En los mismos horarios se anuncian las mismas historias, contadas por los mismos reportajes, introducidas y comentadas con las mismas palabras, poniendo en pantalla a los mismos personajes, ilustradas con las mismas imágenes. Se trata de un ciclo sin fin y sin fondo.

En la apertura, la presentación introduce una música abstracta que sugiere la mezcla del tiempo que pasa, la precipitación de los hechos, y una forma de intemporal necesaria en toda ceremonia mística. Mientras se oye la música, un globo antecede a la aparición del presentador, o un travelling hacia éste último lo pasar de la sombra a la luz. Todo sucede como si nos fueran a revelar la verdad del mundo.

El presentador hace el papel de guía y de autentificador. Personaje principal y trascendental, el presentador está en el centro mismo del dispositivo de credibilidad del noticiero de las 8 p.m. La noticia nos llega a través de él, también es él quien la legitima, le confiere importancia y la da como «verdadera». Es también el presentador quien puede tranquilizar al telespectador: si el mundo va mal y parece completamente indescifrable, el presentador es «el que sabe» y el que nos lo puede explicar.

(En otros casos, los presentadores son dos. La relación con el telespectador se hace entonces muchos menos profesoral y paternalista, pero más parecida a la conversación, y puede parecer más frívola. Claro está, no tendremos nunca dos presentadoras, o dos presentadoras, sino siempre un dúo heterosexual. El asunto es no asustar a la representación de la familia burguesa cristiana. Como ese tipo de puesta en escena resulta poco frecuente en Francia, no abundaremos en ese sentido).

Credibilidad e información
«Señoras y señores, veamos los titulares de la actualidad de este lunes 6 de agosto», nos dice el presentador al principio de cada noticiero. Por consiguiente, no se trata de un sumario, de una selección que la redacción ha hecho entre la información del día, sino de los «titulares de la actualidad», o sea que se trata precisamente de lo que hay que saber sobre el mundo en este día. No hay nada que entender, el «periodismo» no busca más que enseñarnos el mundo [en el sentido de aprender]. El presentador no da ninguna clave, él no descifra nada, solamente nos dice lo que es. No se nos presenta una «visión» de la actualidad sino la Actualidad misma.

A partir de ahí, lo importante para el presentador es «aparentar». Su credibilidad no está basada en su calidad de periodista sino en su carisma, en la empatía que logra crear, en su manera de tranquilizar y su apariencia de hombre honesto e inteligente. David Pujadas puede perfectamente anunciar que Alain Juppé se retira de la vida política y Patrick Poivre d’Arvor nos puede presentar una falsa entrevista de Fidel Castro [El autor menciona aquí dos incidentes que realmente sucedieron. Nota del Traductor.]. A pesar de ello, los mantienen en el mismo puesto, con el apoyo de sus superiores, y sin perder por ello su estatus como «periodista» [1] ni su credibilidad ante el público. Todo sucede como si las noticias que nos entregan finalmente no tuvieran importancia. La noticia está ahí únicamente para justificar el ritual, como la lectura de los Evangelios en la misa, sin ser nunca la razón central, el núcleo, que en realidad está siempre en otra parte, en la repetición constante de las consignas morales, políticas y económicas del momento. «Este es el Bien, este es el Mal», nos dice el presentador.

La jerarquía de la información es por tanto inexistente. Aunque una de las primeras cosas que se hace en todo «diario» es determinar los temas que parecen más importantes para tratar de establecer un desarrollo (específico en cada redacción) de la información en orden decreciente, de lo importante a lo insignificante, en el noticiero no es así, ni en lo más mínimo. Nos llevan de los restos mortales del cardenal Lustiger al accidente de la Feria des Loges, y después viene el desenlace del caso del secuestro del pequeño Alexandre en la isla de la Reunión, seguido del suicidio de un agricultor ante las acciones de los militantes antiOGM, para pasar después al subsidio de inicio del curso escolar, a la espeleóloga belga atrapada en una cueva, la campaña electoral antiestadounidense entre los demócratas, la intervención de Reporteros Sin Fronteras que denuncia la falta de libertad de expresión en China, la propia China como destino turístico, el despido de Laure Manaudou, un accidente durante una carrera en Estados Unidos, el festival Fiesta de Sete, el fallecimiento del periodista Henri Amouroux y, para terminar, el del barón Elie de Rothschild [2]. No existe ni la más mínima coherencia, en ningún momento. Los temas parecen haber sido escogidos únicamente en función de su insignificancia casi generalizada, o de su aparente insignificancia. Todo aparece mezclado, amor y odio, risas y llantos, la empatía se mezcla con la grandilocuencia, las imágenes espectaculares o risibles con los dramas patéticos, y la omnipresencia de la fatalidad nos recuerda constantemente el predominio de la muerte sobre la vida.

El reportaje
Después de los «titulares» anunciados, el presentador pasa a la introducción del reportaje. El reportaje es el ejemplo que nos demuestra lo que el presentador nos dice. En efecto, todo lo que será dicho y demostrado en el reportaje aparece ya en la introducción del mismo. El presentador resume constantemente, en vez de limitarse –como debiera hacerlo– a presentar. Esto crea una redundancia. Lo que ya se ha dicho una vez en forma de introducción se repite después sistemáticamente en el reportaje. Se enuncian las mismas informaciones, resumidas la primera vez y la segunda alargadas para la elaboración de la historia que se cuenta. El reportaje agrega muy poco a lo ya dicho por el presentador, no hace más que desarrollar los detalles anodinos que sirven de contrapeso a «la objetividad» del presentador creando el «acercamiento». A los elementos iniciales, mencionados en la introducción, se agregan después en la historia los detallitos románticos necesarios para concretar su enseñanza lúdica.

El reportaje se compone de dos cosas: la imagen y el comentario de la imagen. Si quitamos el sonido, la imagen pierde todo su significado. Todo tendría que estar basado en la imagen, pero lo que se produce en la televisión es precisamente lo contrario: el comentario nos cuenta lo que la imagen no hace más que ilustrar. Esta última está ahí solamente para realzar el comentario. Es una sucesión de paisajes similares, de rostros y gestos intercambiables, pegados uno detrás del otro y sin vínculo alguno entre sí. En la televisión, la imagen sólo sirve para justificar el comentario, para autentificarlo. La imagen permite que el comentario parezca «verdad». Y se lo permite precisamente porque, al no decir nada la imagen por sí misma, el comentario la transforma en aquello que nos dice el comentario. Y es ahí precisamente donde reside el verdadero peligro de este medio. Al tener la imagen una fuerza de convicción muy importante, es más fácil convencer cuando, luego de haber despojado la imagen de todo su sentido, usted la convierte en prueba que autentifica el discurso. A partir de ahí, todo se basa en el comentario, y en el carácter creíble de la historia que nos van a contar.

«En el reportaje, señala el antropólogo Stephane Breton, el comentario es lo que nos soplan desde los bastidores, ese submundo prohibido al telespectador (…) y del que brota, como una revelación, un sentido que se impone a la imagen. La significación no aparece en la escena sino fuera de ella, cuando la dice alguien que sabe» [3]. El periodista no aparece sino muy raramente, al final del reportaje. Oímos, por tanto, una voz despersonificada. Se trata de una palabra divina que se nos impone para explicarnos aquello que no entenderíamos mirando solamente las imágenes. Al no haber interlocutor, no hay contradicción. El reportaje es como un hilo que se desenrolla siguiendo una lógica propia, la que el periodista quiere que nos aprendamos, aquella en la que los «testigos» aparecen uno detrás de otro únicamente para acreditar la palabra que de todas maneras ya nos dijo lo que ellos han de explicarnos. Como mismo sucede con la introducción, la redundancia es constante en el reportaje. Todo «testigo» es presentado no según su función, ni con el objetivo de justificar su lugar en el reportaje en ese preciso momento, sino en dependencia de lo que va a decirnos. Y la palabra del «testigo» acredita el comentario dando un punto de vista necesariamente «verdadero». «Si él lo dice, así debe ser». Y muy a menudo, el «testigo» no tiene absolutamente nada que decir, pero de todas maneras lo dice porque el periodista tiene que dar prueba de su objetividad y de la autenticidad de su reportaje, de su investigación, demostrando que realmente estuvo en el lugar y que por tanto puede hacer que veamos lo que es.

El reportaje, en el noticiero de televisión, no es la realización de una investigación que explora diferentes pistas sino el relato de un hecho cualquiera mostrado como algo fundamental. Es una visión del mundo sin otra alternativa, que trata de dar una apariencia de objetividad. El presentador dice lo que es, y el reportaje lo muestra. Y es ahí precisamente que la imagen peca por su falta de sentido, y que el comentario parece convertirse en palabra divina. «He aquí el mundo», nos dice el presentador, «y he aquí la prueba», continúa el reportaje. Y ¿cómo poner en duda la prueba si nos la ponen ante nuestros asombrados ojos? La realidad se construye entonces sobre la anécdota, en vez de construirse sobre un conjunto de hechos más o menos contradictorios que permitan mirar una situación en un intento de tener de ella una visión global para poder dar después un análisis.

Las consignas
Todo esto se relaciona con la lógica de difusión de la moral. El noticiero de televisión, como casi todos los medios, es un órgano de difusión de las consignas del momento. Nunca discute el sistema, parece como si ni siquiera conociera su existencia, pero destila constantemente las órdenes de la clase dominante. El noticiero de televisión forma parte de ese «servicio público», al que se refiere Guy Debord en sus Commentaires sur la société du spectacle[Comentarios sobre la sociedad del espectáculo. Nota del Traductor.], «que [administra] con un “profesionalismo” imparcial la nueva riqueza de la comunicación de todos mediante los medios masivos de difusión, comunicación que ha alcanzado al fin la pureza unilateral, en la que se no obliga a admirar pasivamente la decisión ya tomada. Lo que nos comunican son órdenes; y, muy armoniosamente, quienes han impartido esas órdenes son precisamente los mismos que nos dirán lo que piensan de ellas» [4] .

El noticiero de las 8 p.m., surgido de una sociedad en la que se ha destruido la memoria, transmite las consignas, como en toda forma de acondicionamiento, mediante la repetición permanente y cotidiana. Las historias que nos cuentan parecen diferentes entre sí, cuando en realidad son todas similares. Todo en ellas se repite, noche tras noche, constantemente, y a todos los niveles. Sólo cambian los nombres y los rostros. Pero la película es siempre idéntica. Nos muestran un presente perpetuo y que permite ocultar todos los movimientos del poder. Si ya no se muestran las evoluciones, es porque ya no tienen vigencia. El noticiero de televisión divulga por tanto la moral burguesa (cristiana y capitalista) en un bloque compacto. Es un vómito largo y lento que se escurre, diluido y diseminado durante toda la duración del noticiero de las 8 p.m. Y que comprende varias formas de difusión:

La acusación. Es constante, y generalmente la enuncian los «testigos», lo cual permite hacerle creer al periodista que ha mostrado una «opinión» y que por tanto ha presentado una visión objetiva de la situación. Un incendio destruye una casa, y es porque los bomberos deberían haber llegado antes. Un violador ha salido de prisión porque tenía derecho a una reducción de la condena, y es porque la justicia no funciona bien. Un gobierno se niega a plegarse al ultimátum de Occidente, y se trata de una dictadura, de un país subdesarrollado donde se mezclan la estupidez y la barbarie, y, mejor aún, donde la censura amordaza a los opositores, que a su vez están necesariamente de acuerdo con los puntos de vista de Occidente pero no lo pueden decir. El objetivo es siempre encontrar alguien a quien condenar para recordar lo que está «bien» y lo que está «mal» y poder aplicar toda la semántica cristiana del «perdón», de la «decadencia», etc.

La evidencia. Utilizada sobre todo para zanjar sin discusión las cuestiones económicas, esta consiste en divulgar los dogmas o las decisiones gubernamentales sin ponerlas jamás en tela de juicio. Este es el caso, por ejemplo, del «crecimiento», que constituye siempre la vía necesaria para la supervivencia que nunca se pone en tela de juicio y cuyas cifras nos anuncia el presentador con cara de catástrofe: «el crecimiento será sólo de 1,2% este año, según los expertos»...

La hagiografía. Al igual que la misa, el noticiero de televisión tiene que hablar de sus santos. Así nos ofrecen el retrato de alguien que «ha triunfado», ya sea porque acaba de fallecer, porque «ha ganado en todo», porque «se hizo a sí mismo», etc. Es el prisma de la excepción que establece el modelo a seguir suscitando admiración y respeto. «Esto es lo que usted no ha logrado ser, lo que usted debería ser, lo que usted nunca llegará a ser y lo que usted por consiguiente debe adorar», nos repite constantemente el noticiero de televisión.

El vecindario. Particularmente eficaz. El objetivo es decir que «Francia es el último país de Europa en abordar este asunto». Es el mecanismo que rige la sociabilidad de base, la pertenencia al grupo mediante la imitación, mediante la reproducción de lo que parece hacer o de lo que parece ser. El presentador nos dice entonces: «Ellos hacen esto. ¿Por qué nosotros hacemos otra cosa?», presuponiendo que nuestra manera de actuar es necesariamente menos adecuada. «En Estados Unidos, trabajar después de los 65 años no representa ningún problema». No se hace nunca el más mínimo análisis de los puntos positivos y negativos del sistema del vecino. Se nos ofrece únicamente una mirada «objetiva», que nos dice: «Esto es lo que hacen allá, y por eso es mejor que aquí».

El folklore. Aquí es cuando nos presentan, con una sonrisa en los labios y con la indulgencia con la que se mira al artista que puede parecernos un poco loco pero que a fin de cuentas no le hace daño a nadie, a la gente que vive de forma un poco diferente. Es única y exclusivamente en este tipo de tema que el presentador subraya el carácter «excepcional» de las personas que nos van a presentar, como para disuadirnos de actuar como ellas.

Esto no son más que algunos ejemplos.

Anécdota y fatalidad
Dos formas de representación del mundo caracterizan principalmente el noticiero de televisión, y constituyen los dos movimientos principales de difusión de las consignas: la anécdota y la fatalidad.

La anécdota aparece al principio de cada tema. Todo parte del hecho en particular, del hecho específico del día, y se extiende hacia el problema más amplio que este parece contener en sí mismo, o que los periodistas hacen como si creyeran que lo contiene. Es una retórica particular que encontramos hoy en la base de todo discurso político o periodístico, una inversión de la lógica, del desarrollo efectivo de la demostración y del análisis del mundo: ahora es la excepción lo que explica la regla, lo que la construye. Todo parte del hecho particular para prolongarse, como si este último contuviera en sí mismo todas las causas y todas las consecuencias que han dado lugar a la situación más general que se supone que demuestra. El noticiero de las 8 p.m. no se preocupa jamás por describir fenómenos endémicos, o los saca siempre de la cadena de hechos que los han llevado a la situación actual. Es una necesidad dialéctica lógica para quien quiere transmitir las consignas sin tomarse el trabajo de explicarlas, lo cual lo obliga a complicar todavía más su propia demostración y lo lleva a darse cuenta de que las cosas son menos simples de lo que él trató de hacer creer. Para que las consignas sean divulgadas eficazmente, no se puede dejar abierta la posibilidad de contradecirlas. Por tanto, más vale no explicar nada. De todas formas, como ya dijimos anteriormente, el objetivo no es que la gente entienda, sino que aprenda.

La fatalidad, por su parte, mece el conjunto del noticiero de televisión. Los hechos suceden por causa de una desgracia fortuita, de un azar distraído que por desgracia afecta siempre a los mismas (personas, naciones…). Es un lamento constante: «si los bomberos hubieran llegado antes», «si el violador no hubiese salido de prisión», «si África no fuera un continente pobre y corrupto», etc. La fatalidad es el basamento de toda religión ya que permite no tener nunca nada que justificar y porque recuerda el deber de sumisión ante la trascendencia, ya que siempre estamos «por debajo». La fatalidad equivale a repetir permanentemente una especie de condena, y agrega con amargura (aunque no siempre): «las cosas son así». El sistema se regula a sí mismo y es «el mejor sistema posible», el hombre es un ser «malo» y se pasa la vida «cayéndose» y «volviéndose a caer» a pesar de todos los intentos por «perdonarlo», el pobre es responsable de su propia situación porque es demasiado perezoso para buscar soluciones y aplicarlas, incluso hasta cuando se le da la solución, etc. Es un suspiro constante, un llamado permanente a la impotencia y a la sumisión ante el sufrimiento. El mundo gira y nada podemos hacer…

Una vez terminada la transmisión de las consignas, el mensajero divino se despide de nosotros, concluyendo el sermón del día y sin olvidarse nunca de citarnos para el día siguiente a la misma hora. Y luego, desaparece. Mientras recoge los papeles que demuestran su seriedad, la cámara se aleja de él, la penumbra se hace más intensa y se funde poco a poco con el mismo tipo de música que dio inicio a la ceremonia.

Pierre Mellet
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[1] Patrick Poivre d’Arvor, reconocido como la estrella del periodismo francés, no tiene el carnet de periodista porque sus principales ingresos no provienen del periodismo sino de sus actividades como consejero y de sus escritos.

[2] informaciones mencionadas en el noticiero de las 8 p.m. del canal France 2 correspondiente al lunes 6 de agosto de 2007.

[3] Stephane Breton, Télévision, Hachette Littérature, 2005.

[4] Guy Debord, Commentaires sur la société du spectacle, Gallimard, Folio, 1996.

9.23.2007

Entrevista a Heinz Dieterich

Video 1



Video 2



Video 3



Video 4



Video 5



Video 6

9.22.2007

(Video) Comandante Fidel Castro

9.20.2007

Biblioteca Publica Cerrada

Imagenes de la Biblioteca Publica Municipal Maria Luisa Melo de Remes, ubicada en el modulo 2 de la delegacion centenario cerrada.









Multitudinaria protesta repudia racismo en Estados Unidos
TeleSUR _ 20/09/07 - 18:39 CCS | enviar | imprimir

El caso de ''Los seis de Jena'', como lo ha bautizado la prensa estadounidense, ha estremecido a la sociedad de ese país. Es por ello que una multitudinaria marcha, rechazó el racismo que denuncian, hay detrás del juicio contra seis estudiantes negros luego de una riña callejera con un joven blanco.

Miles de estadounidenses, en su mayoría afrodescendientes, salieron este jueves a protestar por las calles de la pequeña localidad de Jena, en el estado de Louisiana (sur), para repudiar el racismo con el que aseguran se ha abordado el caso de los seis estudiantes de color que participaron en una riña callejera con un joven blanco.



El hecho se remonta a septiembre pasado, cuando un grupo de estudiantes afroamericanos pidieron permiso al director de la escuela secundaria pública de Jena para reunirse bajo un árbol, espacio que antes era usado sólo por estudiantes blancos.

Al día siguiente, tres lazos colgaron del árbol, un símbolo que evoca la época oscura del sur de Estados Unidos tipificada por la esclavitud, la segregación, el racismo y los linchamientos.

El director de la escuela suspendió a los jóvenes, pero el castigo fue posteriormente levantado porque el comité escolar decidió que sólo se trataba de "una broma de mal gusto".

A raíz de este hecho, las tensiones raciales en el pueblo intensificaron y hubo varios incidentes. Un mes después de aquella reunión y luego de varias provocaciones contra estudiantes afroamericanos, un estudiante blanco fue herido en una pelea con estudiantes de color.

La policía local detuvo a seis estudiantes negros y los acusó de intento de asesinato y conspiración de intento de asesinato, en un caso que se conoce como "Los Seis de Jena," y que ha atraído la atención internacional.

Uno de los seis, Mychal Bell, fue hallado culpable por el jurado (compuesto solo por ciudadanos blancos), de cargos que conllevan una pena de hasta 22 años de prisión, en un juicio plagado de irregularidades, y donde el fiscal también es blanco.

Y cuando el joven fue arrestado tenía 16 años y en medio de matiz mediático que adquirió el caso, comenzaron a relucir irregularidades como que el abogado defensor de Mychal Bell ni siquiera había llamado a un testigo para defender al menor, quien además fue juzgado en un tribunal de adultos.

Debido a todos estas irregularidades, la semana pasada los autoridades decidieron retirar los cargos, pero el proceso no ha terminado porque habrá una serie de apelaciones, por lo que los dirigentes afroamericanos que convocaron la protesta, decidieron crear un fondo para captar contribuciones para la defensa legal de Bell.

El caso, que ha estremecido a la sociedad norteamericana, ha traído a la palestra el funcionamiento de la justicia estadounidense donde, para los afrodescendientes, hay dos sistemas de justicia: uno para los negros y otro para los blancos.

La multitudinaria manifestación del jueves, fue organizada por varias asociaciones afro-estadounidenses y de defensa de los derechos civiles, a propósito de la sentencia de Bell, que finalmente fue cancelada por la iniciativa de calle.

nn-Afp-Pl-Bbc/MT

9.16.2007

Son los americanos estupidos? COMPLETO (y subitulado)


9.15.2007

En Vivo el Grito de la resitencia

En Vivo el Grito de la resitencia

www.radioamlo.org

9.11.2007

Discurso del Presidente Legitimo en la Camara de Diputados




SALVADOR ALLENDE EN LA HISTORIA COMO HEROE