13-08-2006
Fidel Castro, ochenta años
En sus bien ganados ochenta, es bueno que le regalemos nuestro sincero reconocimiento.
Mario Benedetti
He pasado en Cuba varios períodos: la primera vez como invitado y luego varias más como exiliado. Desde su estallido, la Revolución Cubana fue una gran sacudida para nuestra América. En el Río de la Plata, los sectores culturales habían atendido primordialmente a Europa, pero la Revolución nos hizo mirar a América Latina. No sólo para interiorizarnos de los problemas del subcontinente sino también para aquilatar el poder y la presión de los Estados Unidos.
En cuanto a la personalidad del propio Fidel, debo consignar que estuve varias veces con él y pude apreciar la sencillez de sus planteos, un inesperado y excelente nivel cultural, la franqueza de que hacía gala ante nuestras objeciones y su infranqueable voluntad de defender y mejorar el nivel de su pueblo.
Los datos, fácilmente comprobables, de que en la isla virtualmente no existen analfabetos (pude ver a octogenarios que asistían a clases de enseñanza primaria), que la atención a la salud es gratuita y del mejor nivel (de mi propio país viajan constantemente enfermos de cataratas y hasta de ceguera, que son atendidos gratuitamente y regresan totalmente recuperados), no deben olvidarse a la hora de juzgar su trayectoria.
En esta ocasión de sus bien ganados ochenta, es bueno que le regalemos nuestro sincero reconocimiento.
(El texto que antecede fue escrito antes del contratiempo de salud sufrido por Fidel y que tuvo una trascendencia a nivel mundial, algo que confirma lo que algún especialista señaló: que Fidel es el único gran personaje del pasado cercano que aun sobrevive. Según las noticias que llegan de la isla, Fidel se está recuperando más rápidamente de lo que se preveía. Siempre ha sido un hombre fuerte y de poderosa voluntad, así que no sería de extrañar que a corto plazo ejerciera nuevamente sus tradicionales funciones. Ojalá).
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