11.18.2005
Evocando los espectros de Derridá
Por Julio Gallegos
Profesor de Filosofía
Hace varias semanas un colectivo protestó por la intención del gobierno norteamericano de erigir nuevamente la barda metálica en playas de Tijuana.
Esta manifestación de protesta, como es natural, despertó diferentes interpretaciones, una de ellas señala la inconformidad de un amplio sector en Mexico y EU por cualquier política segregacionista y separatista.
Las firmas de tratados comerciales entre ambas naciones, en el marco de la globalización, se ven afectadas por la política exterior e interior entre ambos países y por la postura que tienen sobre el tema de la inmigración. En el panorama mundial la presencia de movimientos políticos y sociales altermundistas, como los llamados globalifóbicos, preocupados por la ecología y el medio ambiente y por una economía global que no pierda su faz humana, representan, a pesar de las fallas que podamos encontrarles, una esperanza para la humanidad en general. Estos grupos heterogéneos, así como los diversos Organismos No Gubernamentales (ONG), que como grupos de concertación pública y presión política cumplen, como podemos darnos cuenta, un papel muy importante en la gestión social. Tal vez, en un sentido hipercrítico, algunos podrían decir que estos organismos sociales o estos movimientos colectivos de protesta, no alteran el sistema sino que son fruto del sistema o estructura social que como fantasmas, espectros o maléficas sombras persiguieran a las democracias neoliberales del siglo XXI.
El filósofo francés Jaques Derrida distinguió de un modo singular estas plagas o fantasmas del nuevo orden mundial. En los espectros de Marx mencionó ideas muy interesantes, como por ejemplo “la guerra económica sin cuartel” entre los países de la comunidad europea, entre ellos y entre los países del Este y de los Estados Unidos, o entre Europa, Estados Unidos y Japón. Esta guerra preside en todo, escribía Derrida, empezando por las otras guerras, puesto que domina la interpretación práctica y la aplicación inconsecuente y desigual del derecho internacional .
En ese texto, Derrida menciona también que entre esas plagas, la expulsión o deportación que sufren tantos exiliados apátridas e inmigrados fuera de un territorio llamado nacional, y que anuncian una nueva experiencia de las fronteras y de la identidad nacional y civil.
Los espectros del miedo a la miseria y otros problemas graves que viven la mayor parte de los países subdesarrollados, es acompañado del crecimiento de la deuda externa y otros mecanismos conexos que conducen al hambre o a la desesperación en una gran parte de la humanidad, y que tienden a excluir del mercado a millones que, no obstante, esta lógica del capitalismo procuraría extender.
Por otra parte sin recelar de la idea de lo jurídico, en sí misma, aún es posible inspirarse en cierto espíritu marxista para criticar la pretendida autonomía de lo jurídico y denunciar, sin descanso, el apresamiento (control) de las autoridades internacionales por potentes Estados-Nación, por concentraciones de capital tecno-científico, de capital simbólico y capital financiero, de capitales de estado y de capitales privados.
Ante la crisis actual del derecho internacional, Derrida proponía en esa ocasión una nueva Internacional que denunciara ya los límites de un discurso sobre los derechos humanos que seguirá siendo inadecuado, a veces hipócrita en todo caso formal e inconsecuente consigo mismo, mientras la ley del mercado, la deuda exterior, la desigualdad del desarrollo técnico-científico, militar y económico mantengan una desigualdad efectiva tan monstruosa como la que prevalece hoy en la historia de la humanidad.
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