3.09.2007

¿Para qué celebrar a las mujeres?

Por Rosario Maríñez

En alguna otra ocasión me he preguntado: ¿Día Internacional de la Mujer, para qué? Sirva este 8 de marzo del 2007 para reiterarla, porque no tengo clara la o las respuestas. El Día Internacional de la Mujer es un discurso que ha tomado carta de naturalización en una sociedad machista y misógina que se aferra a permanecer como tal e incluso da señales de grandes retrocesos. El Día Internacional de la Mujer es un discurso que nos ha llegado de afuera, de los organismos internacionales como la ONU, y también de la lucha y movilización de las mujeres en sociedades como la estadounidense o la europea en el pasado siglo XX. No digo que eso esté mal, está muy bien, finalmente el “problema” de las mujeres es un problema de la humanidad, de las culturas en general, y no es ajeno a país alguno. Bienvenidos los avances que se logran en otros sitios, y que poco a poco van permeando las conciencias, van modificando el lenguaje, y van cambiando las actitudes. Pero en México, hoy día, dos son las esferas que dan muestras de un gran desprecio hacia las mujeres: en el ámbito del Estado (donde observamos un doble discurso, ¿que otra cosa puede decirse de la publicación de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, mientras las fuerzas armadas torturan y violan mujeres?); y en el ámbito de lo privado (en la familia, en la pareja, donde las estadísticas nos revelan el tamaño de la violencia que allí se vive).
Los organismos internacionales señalan con alarma el ambiente de violencia que hoy prevalece en México contra las mujeres. Allí están en estos años recientes, sin irnos más atrás: el asesinato de las mujeres en Ciudad Juárez; el mismo tipo de asesinatos en otros lugares: en el Estado de México; en Baja California (en particular en Tijuana), por mencionar sólo algunos, y los cuales tienen un patrón marcado por la clase social: mujeres trabajadoras, pobres, con bajos niveles educativos; y en la mayoría de los casos los asesinos gozan de plena impunidad dada la complicidad de las autoridades. Los casos de saña, violencia, violación en los operativos policiaco-militares en Atenco y Oaxaca, atrás de los cuales están sus autores intelectuales: Vicente Fox, el exsecretario de Seguridad Pública Federal, Eduardo Medina Mora, los gobernadores del Estado de México y de Oaxaca, Enrique Peña Nieto y Ulises Ruiz y sus cuerpos policíacos; todos ellos también gozando de plena protección.
Y ahora, en el gobierno de Felipe Calderón, justo cuando éste desea hacerse fuerte, hacerse valer como gobernante legítimo, enfatizando su rol como comandante supremo de las fuerzas armadas mexicanas, vemos cómo éstas cometen atrocidades contra sectores de la población que viven en estado de profunda miseria, marginación y explotación, e impulsan la espiral de violencia contra las mujeres, manchando el territorio nacional de verde olivo, como nos dice Guadalupe Gómez de la agencia de noticias CIMAC. Los hechos anulan toda declaración sobre el avance en las acciones gubernamentales para la protección de las mujeres: la violación tumultuaria por parte de soldados, la semana antepasada, de una mujer indígena de 73 años, de la localidad Tetlatzinga, Soledad Atzompa, en la sierra de Zongolica, Veracruz; y cuyas heridas le ocasionaron la muerte. La indignación, el hartazgo de los pobladores por los abusos que cometen los militares en sus poblaciones, so pretexto de la búsqueda de grupos guerrilleros y de “proteger a la población”, ha ocasionado que exijan a Calderón que saque a los militares de la zona. En estas comunidades decir soldado es sinónimo de abuso sexual. Este terrible acontecimiento debería avergonzar a Calderón como mexicano y como “jefe supremo de las fuerzas armadas”, porque nos indigna, nos ofende, a todos y a todas. Es el momento en que los legisladores deben atender el asunto del fuero militar, el cual ha impedido juzgar a este tipo de criminales en instancias civiles, para ser solapados y protegidos por la propia estructura militar, pues la historia reciente muestra que la justicia ha cerrado sus puertas a las mujeres violadas por militares. Al respecto, son numerosos los casos documentados, como el ocurrido en Castaños, Coahuila, donde un grupo de soldados violaron y agredieron físicamente, en julio del año pasado, a 13 bailarinas y sexoservidoras. El caso está en la corte militar, donde los soldados están acusados de insubordinación y abandono del puesto, y no por violación. Situaciones como éstas son las que me impiden encontrar respuesta a mi pregunta inicial.