11.30.2006

Una luz en el túnel.
Por Rosario Maríñez

Mientras que los legisladores panistas y perredistas han tomado la tribuna del Congreso de la Unión, las fuerzas calderonistas han asumido el poder de facto aún antes de este 1 de diciembre: dirigiendo a la PFP, vigorizando e intensificando la represión policiaco-militar en Oaxaca; ello ha sido propiciado, sin duda, por la irresponsabilidad y el vacío foxista. El pasado 25 de noviembre se llevó a cabo una nueva incursión de la PFP que es en realidad el establecimiento de un Estado de sitio en esa entidad, la falta de garantías individuales y la violación de los derechos humanos. Lo que está ocurriendo en Oaxaca debiera ser una prioridad de la política nacional, y dolorosamente no lo es. Los reflectores mediáticos recrean y centran “la” política en el espectáculo de la Cámara de Diputados: la facción de derecha toma la tribuna para garantizar la toma de posesión de su presidente; mientras la otra facción (la izquierda institucional) quiere controlar ese territorio para impedir que Calderón sea investido presidente. Asimismo, perredistas y priístas deliberan sobre la insoportable levedad de la presencia de Fox en la “transmisión del poder”, etcétera. Todo ello constituye un ominoso ocultamiento sobre lo que ocurre en Oaxaca: se detiene a los miembros de la APPO, se nos dice que son altamente peligrosos, y se les traslada a cárceles en otras entidades para desvincularlos de su gente. Hay desaparecidos, heridos, torturados, hay gente que sufre persecución y cateos en su casa. La lista de las acciones represivas e ilegales es larga. ¿Quién está detrás de todo esto? ¿Quién ha dado la orden desde el gobierno federal? Las muertes, las heridas causadas a la población oaxaqueña ¿son el costo para mantener al cacique priísta de Ulises Ruiz? ¿Es la primera cuota de sangre que el pueblo debe derramar para sentar en la vetusta silla presidencial a Felipe Calderón?
En la búsqueda de una luz en este túnel conformado por la crisis de las instituciones de Estado, el cierre de los espacios para el quehacer político y la presencia de la mano dura, esta semana se ha publicado una propuesta interesante, aún cuando puede ser discutible, proveniente de un quehacer analítico. Adolfo Gilly, en su artículo “Reflexiones para una izquierda no subordinada” (La Jornada, 28/11/06) elabora un mapa de la situación crítica que vivimos y hace anotaciones sobre las posibles acciones que debieran emprenderse desde lo que considero una difusa y generalizada izquierda institucional.
Gilly hace un ejercicio donde podemos ver el diagnóstico en donde se vive una situación de “carencia de legitimidad y de fragmentación del poder” que ha llevado a la configuración de una “crisis de legitimidad”. La fragmentación es el eje de sus planteamientos, y a partir de allí señala que ésta ha ocurrido a partir del fallo del Trife, en donde se encuentran los indicios de un proceso manipulado que declara presidente electo a Felipe Calderón, y el cual no puede dar lugar a un mandato legítimo. También la fragmentación ha propiciado la impotencia de los Poderes de la Unión, y la emergencia de los poderes locales representados por los gobernadores: Ulises Ruiz, Mario Marín, Enrique Peña Nieto, así como la importancia de la Conago. Es en los intersticios de esa fragmentación donde tiene lugar el poder del narco. Asimismo, ha hecho posible el protagonismo de actores que no ocultan sus propósitos y ejercen un poder real: el Consejo Coordinador Empresarial, la jerarquía de la Iglesia católica, y los intereses militares y financieros de los Estados Unidos. En este escenario, y por otra parte, están otras fuerzas actuantes: la “multitud de agraviados, empobrecidos, exasperados mexicanos y mexicanas despojados de su voto” reunidos entorno al liderazgo de López Obrador; la APPO, construida a partir de una red de organizaciones autónomas; el EZLN y su Otra Campaña que hoy se ha conectado con múltiples grupos de todo el país para conformar nacionalmente una organización ajena a la izquierda institucional y a quienes detentan el poder desde arriba.
Aún cuando hay planteamientos discutibles en la propuesta de Gilly, como la relativa a las contradicciones que subyacen en las estructuras y objetivos de la CND, el FAP y el PRD en su quehacer con las instituciones como el Congreso y el Ejecutivo; y la tipificación del liderazgo de AMLO, el cual señala que es heredero de Tomás Garrido Caníbal, es interesante retomar lo que él llama premisas para una organización de izquierda no subordinada, como son: mirar desde el lugar y las demandas de los oprimidos, explotados y subalternos (aquí encuentro la influencia en Gilly de las tesis sobre la historia de Walter Benjamin, en donde propone hacer una “historia a contrapelo”, perspectiva que es muy sugerente para el quehacer historiográfico); pintar una raya con la ideología de la izquierda institucional; comprender los motivos de las multitudes que apoyan a AMLO, sin subordinarse a su liderazgo; y conectar con las ideas y razones de los grupos que por todo el país están organizados y en vías de organizarse.
La crisis actual no debe inmovilizarnos. Al final del túnel se vislumbran las formas de la democracia participativa que muchas comunidades practican en este país.


La autora es Maestra en Ciencias por el IIDE-UABC, y estudiante del Doctorado en Ciencias por el DIE-CINVESTAV. Correo electrónico: r_marinez@yahoo.com