12.13.2006

ASIGNATURAS PENDIENTES

“EL PROYECTO DE LA BRUJA ELBA ESTHER” (I)

POR RAFAEL OLIVERA ÁVILA

ASIGNATURA PRIMERA.-“REYNA CALÍGULA”. CUANDO EL PODER DE LA BRUJERÍA LO ES TODO…
Lo que a continuación leerá, no son historias de leyenda o leyendas urbanas, al contrario, son pasajes reales narrados por un personaje, quien ha dejado plasmado en una historia novelada (que se publicará próximamente) la que por su contenido, por lo que devela, por la información tan delicada que da a conocer, sin duda alguna, la convertirá en un “libro-bomba”.

Le doy tratamiento, con base en una entrevista realizada apenas los días de anteayer y ayer (sábado y domingo) en el DF, con el pleno consentimiento de su autor, sólo con la condición de no citar párrafos textuales (de tan interesantísimo libro), ya que se tiene contrato de exclusividad con la casa editora. Empero, de nuestra conversación y de la lectura misma, más infinidad de detalles que fueron saliendo a lo largo de sendas conversaciones, estructurando su contenido, con lo que ha vivido, con lo que le consta por ser protagonista y la posesión de un cúmulo de pruebas documentales para armar su historia, de donde surge esta Asignatura.

Cuando el presidente, que usaba anteojos, por cierto suplente del candidato asesinado, y beneficiario de dicho crimen, asume el poder, en diciembre de 1994, tiene en mente, entre sus propósitos más apremiantes, deshacerse (literalmente) de quien, cuando él fungió como titular de Educación Pública, le hiciera la vida de cuadritos, esto es, fue su principal obstáculo, cuyo nombre y apellido es sobradamente conocido. La dirigente sindical estaba en la mira de tan anodino presidente, y le encargó a su secretario particular, le llevara un mensaje muy corto a la maestra. Palabras más, palabras menos: “Que se fuera del país”. Y había indicios que se operaban sendas auditorías con dedicatoria a la dirigencia del gremio magisterial.

La reacción de la dirigente sindical, encumbrada desde los tiempos del presidente que “ni veía ni oía a sus adversarios políticos”, no se hizo esperar, sobretodo porque cuando tiene miedo, reacciona impulsivamente, fuera de sí, como si estuviera posesa por un ente maligno. Precisamente, como tantos otros personajes de la política y el poder, ella no es la excepción en cuanto a sus inseguridades, a sus temores, que superan con sus creencias y prácticas de magia negra, hechicería, brujería y satanismo. Lo que enseguida consigno, al escuchar a mi interlocutor, observar sus gestos, su lenguaje corporal, no me deja duda que fue un pasaje cabalmente real.

Muy nerviosa, E.E. (Eva Edith, el personaje principal) preparó su viaje a un país muy distante, no exactamente para atender “la sugerencia” del mediocre presidente, sino, como dice el dicho: “un perdido a todas va”, para asistir a una cita muy peculiar, muy extraña, increíble por decir lo menos, ya que se trataba de la consulta a un brujo de Nigeria, al que recurría en esos momentos tan adversos para ella. Me detengo en mi relato, abriendo un pequeño paréntesis para destacar información que nos ayude a entender este escabroso tema.

De vez en cuando, se cuenta que en África se han realizado sacrificios humanos y que se arrojan las entrañas de los muertos al mar para asegurar una buena pesca. Otro ejemplo: tras la reelección del presidente del Estado liberiano, William V. S. Tubman, en el año 1955, el ministerio de Justicia de Liberia llevó a cabo serias indagaciones contra el candidato vencido, acusándole de haber hecho venir a un mago de Nigeria para que lanzara contra Tubman el temido conjuro mortal Djudju. En amplias zonas de África se considera especialmente peligroso este conjuro. El curandero que lo domine puede incluso darse a sí mismo o a otra persona la forma de una fiera. De tiempo en tiempo llegan noticias del África Oriental sobre la ejecución de asesinatos repetidos por parte de hombres leones o leopardos, que destrozan a sus víctimas con zarpas aceradas. La fe incondicional y ciega en la fuerza original y los efectos de la magia puede perderse bajo la influencia del desarrollo cultural. Sin embargo, sigue actuando con más o menos fuerza, incluso entre pueblos altamente civilizados, en forma de una mezcla de supersticiones, de hechicería, de magia negra siniestra o de magia blanca bendita, sin llegar a saberse de dónde proceden realmente.

Así, prosigo con el relato de mi interlocutor, quien la acompañaba, y por ende, fue testigo presencial del ritual celebrado. El brujo nigeriano “Badashat”, ya sabía cuál era la pretensión de su afligida consultante y paciente. Necesitaba la “protección”, mediante la magia negra del brujo, para no perder su poder que tanto la ha obsesionado y enfermado. El sitio lúgubre extremadamente, fue el escenario de esta imagen grotesca: E.E. fue bañada de pies a cabeza con sangre (no se sabe si humana o de león) y fue cubierta con una piel de león. Previamente, el brujo le advirtió valiéndose de un intérprete, que “la protección”, el embrujo, sería válido, funcionaría, única y exclusivamente si ella estaba dispuesta a perder “lo más querido”. Ante la mirada atónita de quien esto me confió, E.E. aceptó el precio y el ritual fue consumado. A sabiendas que al no ser inmortal, su poder no sería permanente y terminaría muy mal.
A los incrédulos (tal vez como Usted y como yo) nos cuesta mucho trabajo siquiera dudar de que existan estas cosas. Sin embargo, al continuar su charla, y cómo terminó este episodio, no puedo menos que admitir, que sentí desasosiego. Indudablemente, la dirigente sindical no salió del país, al contrario, su poder se afianzó tremendamente. A su regreso de África, recibió una llamada telefónica, impensable en otras circunstancias, -guera linda ¿cómo estás? Del otro extremo de la línea provenía la voz monótona del titular del Ejecutivo. Lo que pagó por el hechizo, fue muy costoso, ya que erogó una suma cuantiosa en dólares (que provocó la mofa del brujo); para ella sólo fue eso, pero para su hija, el precio fue que muriera su pequeño en condiciones con tintes macabros (desnucado en un elevador). Desde entonces, a los nietos se les aleja impulsivamente, por un instinto de conservación. Por razones de espacio, continuará…Es cuanto.